Podría comenzar este relato como lo hacen las
historias que acaban tan bien como empiezan, pero lo haré de la manera en la
que lo hacen los poetas. Algunos de golpe, como si tuvieran prisa por llegar al
final. Otros escriben diez versos para expresar lo que sienten y aún se les
queda corto. El resto ni siquiera escriben, porque prefieren esperar a que
alguien escriba sobre lo que nadie dice.
Nunca sabrás como acaba hasta terminar de recitar
la última palabra, porque el poeta te engaña, te seduce y te asesina al
principio de la primera estrofa sin que te enteres.
Ahí está la magia.
Me gustaría hablaros de un joven que quería dedicar
el resto de su vida a escribir, pero que jamás lo intentó por miedo a fracasar.
Quería dar su alma en cada sílaba y volver a sentir los latidos de su corazón
en cada coma, sintiéndose vivo en cada punto y coma, muriendo en cada punto:
así que iniciaré este relato cuando por fin se animó a hacerlo. ¿Y qué hay
mejor que escribir sobre algo para liberarte de ello? Probablemente no exista
nada, pero a veces es necesaria una chispa de inspiración para conseguirlo.
Como escribió alguien del cual encontré un libro
cuando solo buscaba una canción: «“Yo no busco, encuentro” dicen que dijo
Picasso. Y tenía razón. Quien busca arte, raras veces encuentra nada.»
Y fue por esa reflexión que nuestro protagonista
se sentó en un banco y esperó a que las palabras salieran de su boca, sin darse
cuenta de que su musa se encontraba a la vuelta de la esquina.
Aquel día había amanecido más cansado de lo que ya
estaba la noche anterior. Se sentó en la cama y pensó en un buen comienzo para
su historia. Frustrado tras no haberse podido concentrar en sus pensamientos,
se levantó y caminó por la habitación con la intención de que alguna idea
inesperada se manifestase en su mente, pero no hubo resultado alguno. Se comió
tanto la cabeza que se olvidó del sabor que se le quedaba en los labios al
pronunciar una sílaba, el sabor a nostalgia de sentir que no puedes decir nada
mejor. Nada que sobrepase tus límites.
A menudo leía una frase que decía: “Las personas
son como los pájaros. De pequeños tienen miedo a volar por temor a caer, al
igual que nosotros tenemos miedo a intentarlo por temor a fallar”. De igual
manera, ¿qué es la vida sin miedo? Una montaña rusa sin emociones. Y él definitivamente
tenía demasiadas, pero jamás las había experimentado.
Lloró y lloró por la impotencia y la rabia que le
producía sentir que podía, pero alguna extraña sensación se lo impedía.
Comió bien durante el almuerzo y luego volvió a
meterse entre las sábanas para cerrar los ojos y evadirse de lo que le rodeaba.
Sonrió al conseguir encontrarse frente a una pared blanca y comenzó a colocar
con los dedos a los monstruos imaginarios que salían de su propio cuerpo
expulsados a presión. Observaba cómo se quedaban colgados del techo y
comprendió que el buen escritor espera a que las palabras acudan a él, porque
cuando más las buscaba más huían de su persona. No les gusta ser utilizadas,
son adictas a aparecer cuando menos te lo esperas: transformadas en imágenes,
al contrario y no teniendo sentido alguno hasta que las unes con la idea que te
llevaba nublando la vista tanto tiempo pero que no habías sido capaz de
redactar.
Es mejor morir en el intento que quedarse con la
angustia de saber qué hubiera sucedido si lo hubieras intentado.
Abrió los ojos de golpe y se levantó de la cama en
un parpadeo. Tomó asiento en la silla de su escritorio y llenó las páginas de
su cuaderno con fragmentos vacíos. Las arrancó y las tiró a la basura, dejando
al cuaderno desnudo.
Desde aquel momento decidió que no le robaría más
tiempo al tiempo, así que salió a la avenida y dejó que su cuerpo descansara
sobre un banco de madera. Acarició la superficie y escuchó un ruido que
provenía de la esquina, construyendo su voluntad para ser capaz de incorporarse.
Se acercó y compartiendo unas palabras con el ser
que se encontraba al otro lado de la calle, quiso huir a su habitación para
escribir.
Su musa era la muerte y quería librarse de ella,
pero era demasiado tarde.
Ya estaba muerto.