domingo, 21 de diciembre de 2014

Nada que perder

Desearía poder llevarte el desayuno a la cama
y despertarte a base de caricias
todos los días de mi vida. 
En el salón, 
pondría música
y más tarde no se sabría 
dónde termina tu boca
y comienza la mía. 
Te irás
y volveremos a encontrarnos
entre las sábanas de nuestra cama, 
para quererte hasta las entrañas: 
hasta lo más oscuro de tu ser, 
porque ya no tengo nada que perder. 
Si quiera la vida. 
Porque te la entregué ayer, 
te la entrego hoy, 
mañana
y siempre.



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