No le importó que la arena se colara por sus mangas,
ni que el mar le mojara los dedos de los pies.
Se hundió entre las olas cuando la ropa se quitó y nadó.
Nadó hasta el interior y se imaginó con una cola de sirena,
el pelo muy largo y conchas en vez de sujetador.
Volvió y a Ariel en la arena dibujó.
Contenta, por su obra de arte: se relajó.
Observó el atardecer y al Sol esconderse.
Más tarde, vio a la Luna aparecer con un conjunto de estrellas.
Señaló a unas cuantas de ellas, y se dijo a sí misma,
que algún día sería una estrella.
Una estrella que brille como el Sol,
y que cumpla deseos como las Fugaces.
Se imaginó vagar por el cielo,
siendo una luz que dirige a los marineros.
Soñó despierta con enamorarse de uno de ellos...
... y se preguntó,
si él también caería con ella.
Al vacío,
o a donde fuera.
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